Una de las críticas al manejo actual de la tasa de interés de referencia por parte del Banco de México es que podría estar actuando con motivaciones políticas para favorecer el servicio de la deuda del gobierno federal, dado que una reducción en la tasa implica menores rendimientos para los bonos gubernamentales.
Esta afirmación omite dos consideraciones fundamentales. La primera es que el banco central únicamente reduce la tasa de interés a un día, lo cual solo sería relevante para el gobierno si su deuda estuviera concentrada en ese plazo. Sin embargo, tanto el gobierno como las empresas y las familias se endeudan a diferentes plazos, cuyas tasas no están bajo control del banco central, sino determinadas principalmente por los mercados financieros.
La segunda consideración es que, si el banco central realmente estuviera manipulando la tasa con fines políticos, los mercados ya habrían reaccionado negativamente. Esto se habría reflejado en una fuga de capitales, depreciación del tipo de cambio, mayor inflación y un alza en las tasas de interés, especialmente en los plazos largos.
Si los mercados percibieran que los recortes en la tasa de interés responden a presiones políticas y no a fundamentos económicos —como una inflación descendente, menor dinamismo económico o apreciación del tipo de cambio—, la confianza en el banco central se deterioraría, con la consiguiente pérdida de credibilidad. Inversionistas nacionales y extranjeros comenzarían a deshacerse de sus posiciones en bonos y a retirar capital del país, presionando al tipo de cambio al alza.
Esto empinaría la curva de rendimientos: las tasas de corto plazo bajarían por decisión del banco central, pero las de largo plazo subirían debido a la desconfianza del mercado. Así, el costo de financiamiento para el propio gobierno aumentaría, contradiciendo el supuesto beneficio de reducir la carga de la deuda. De igual forma, empresas y familias enfrentarían mayores costos en sus créditos a plazo, como hipotecas o emisiones de deuda corporativa.
Aunque en el corto plazo el gobierno pudiera beneficiarse con menores costos en CETES, BONDES u otros instrumentos, el riesgo país se incrementaría, alertando a las agencias calificadoras de riesgo, que eventualmente se verían obligadas a degradar la calificación soberana.
Además, una depreciación abrupta del peso alimentaría nuevamente la inflación, obligando al banco central a subir la tasa para contenerla, revirtiendo todo el proceso.
El Banco de México ha recortado la tasa de interés desde marzo de 2024 sin que se presenten estos efectos. En total, ha reducido la tasa en 325 puntos base, llevándola de 11.25% a 8.00% anual. En paralelo, la inflación bajó de un pico de 8.77% a 4.13% anual al cierre de la segunda quincena de junio.
En cuanto al tipo de cambio, el dólar pasó de 16.73 pesos en marzo de 2024 a 18.70 pesos la semana pasada, mientras que el riesgo país —medido por el Credit Default Swap (CDS)— subió de 95 a 107 puntos. Aunque ambas variables se movieron en la dirección esperada bajo un escenario de pérdida de credibilidad, su comportamiento respondió en gran medida a otro tipo de factores destacando principalmente las amenazas arancelarias y no arancelarias del presidente Donald Trump. Es más, tales movimientos fueron inferiores a los registrados por el resto de países de América Latina, quienes también resintieron los efectos de las políticas de Trump.
Cabe recordar que el tipo de cambio alcanzó los 20.99 pesos el 9 de abril tras el anuncio de aranceles recíprocos, y que el CDS llegó a 159 puntos.
Con base en estos elementos, queda claro que la autoridad monetaria no podría manipular permanentemente las tasas de interés si los fundamentos económicos y la credibilidad del banco no respaldan esa política.
La independencia del banco central es un ancla esencial para la estabilidad macroeconómica, y su debilitamiento conlleva costos que superan con creces cualquier beneficio fiscal temporal derivado de una manipulación política de la tasa de referencia.
Rodolfo Navarrete
julio 18, 2025