En los últimos tiempos, se han producido eventos que aconsejan extrema cautela en el manejo y la administración de las reservas internacionales mexicanas, esenciales para salvaguardar la estabilidad del poder adquisitivo de nuestra moneda mediante la compensación de desequilibrios en los flujos de divisas. Más allá de su volumen, conservar una composición diversificada no es solo una buena práctica financiera, sino una necesidad estratégica. Fortalece la estabilidad macroeconómica, mejora la capacidad de respuesta ante crisis y refuerza la percepción internacional de que Banxico actúa con responsabilidad y visión de futuro. Al 16 de abril de 2025, las reservas internacionales de México se ubicaron en 238,937 millones de dólares, de los cuales cerca del 90% está invertido en monedas convertibles —principalmente dólares estadounidenses—, menos del 10% en Derechos Especiales de Giro (DEG) y menos del 5% en oro. La mayor parte de los activos denominados en dólares está colocada en bonos del Tesoro estadounidense. La errática política comercial de la administración estadounidense, que impactará negativamente el crecimiento económico mundial, junto con las amenazas del presidente Donald Trump de destituir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, y las constantes disputas fiscales sobre el techo de la deuda, han enviado fuertes señales de alarma a los mercados. Se cuestiona así el rol tradicional del dólar y de los bonos del Tesoro como activos de refugio ante episodios de aversión al riesgo. Un primer aviso de este cambio se manifestó recientemente: el dólar sufrió una fuerte depreciación, acompañada por una venta masiva de bonos de 10 y 30 años, elevando significativamente sus tasas de interés. Los inversionistas han comenzado a perder confianza en aquellos instrumentos que históricamente consideraban seguros. Este fenómeno resulta aún más grave considerando la hipersensibilidad actual de los mercados de deuda, intensificada tras el congelamiento de las reservas internacionales rusas en 2022. Como se recordará, por primera vez una potencia global fue parcialmente desconectada del sistema financiero internacional, incluyendo el sistema SWIFT para algunos bancos, en una medida impulsada por Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Canadá y Japón. El congelamiento de más de 300 mil millones de dólares en activos del banco central ruso envió un mensaje inequívoco a las naciones del mundo sobre los riesgos de mantener reservas en jurisdicciones occidentales, incentivando procesos de desdolarización. Algunas acciones recientes de la administración estadounidense refuerzan el temor de que cualquier país disidente pueda ser objeto de sanciones financieras. Resulta ilustrativo el caso de la Universidad de Harvard, a la que se le congelaron más de 2,200 millones de dólares en subvenciones federales tras negarse a aceptar condiciones gubernamentales como la eliminación de programas de diversidad o la auditoría ideológica de su alumnado. Frente a este entorno, resulta indispensable que el banco central mexicano inicie una recomposición gradual de sus reservas internacionales, procurando disminuir la exposición a un solo activo o moneda, facilitar las transacciones con múltiples socios comerciales, fortalecer la estabilidad financiera y asegurar ciertos rendimientos, aunque este último sea un objetivo secundario. México debe diversificar sus reservas internacionales no por razones ideológicas, sino estratégicas. En un mundo donde los activos considerados “seguros” pueden convertirse en herramientas de presión política, la neutralidad, liquidez y seguridad deben sustentarse en una cartera más amplia y flexible. La diversificación no representa una amenaza al orden actual, sino una afirmación de soberanía financiera. México debe adelantarse a los tiempos y modernizar la gestión de sus reservas para garantizar estabilidad, autonomía y capacidad de reacción ante escenarios de alta complejidad.
Rodolfo Navarrete
abril 25, 2025