Desde hace poco más de un año, el comportamiento de las exportaciones manufactureras mexicanas ha mostrado una dinámica diferenciada: mientras las no automotrices mantienen un creciente dinamismo, las automotrices atraviesan un franco proceso de desaceleración, con caídas promedio anuales en los últimos cuatro meses. Este patrón contrasta con la tendencia histórica, en la que el sector automotriz ha sido tradicionalmente el motor de las exportaciones totales, y sugiere un probable, aunque incipiente, cambio estructural en la composición sectorial del comercio exterior mexicano.
En el último año, contabilizado hasta julio de 2025, las exportaciones automotrices disminuyeron 3.3% respecto al año anterior, mientras que las no automotrices crecieron 11.3%. La pérdida de dinamismo del sector automotriz comenzó desde inicios de 2023, como resultado de la atonía de la demanda estadounidense y, más recientemente, de la incertidumbre arancelaria derivada de la política comercial de Estados Unidos, que deterioró el clima de negocios y redujo la demanda. Es posible, además, que el sector esté mostrando signos de madurez y saturación, reflejando su alta integración, pero también su dependencia de los ciclos externos (particularmente de EE. UU.) y su bajo crecimiento del valor agregado doméstico.
Por el contrario, las exportaciones manufactureras no automotrices evidencian la aparición de nuevos polos exportadores —equipo eléctrico y electrónico, cómputo, maquinaria y aparatos mecánicos, productos químicos, plásticos, caucho, alimentos procesados y bebidas— que podrían diversificar la base manufacturera si logran consolidarse. Su mayor dinamismo parece vinculado a la relocalización de cadenas productivas hacia México y al aprovechamiento de oportunidades derivadas del nearshoring, que ha favorecido en particular a las manufacturas con mayor integración productiva interna.
De acuerdo con Rodrigo Mariscal, economista en jefe de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), estas ramas se caracterizan por tener alto valor agregado, por lo que su expansión impacta más directamente en la economía mexicana, generando mayor contribución al PIB y empleo calificado, a diferencia de la industria automotriz tradicional, de elevado contenido importado. Esta apreciación encuentra sustento en los informes recientes de Banxico, que muestran una creciente participación del valor agregado nacional en las exportaciones no automotrices, impulsada por la expansión de los encadenamientos productivos internos y la integración de proveedores locales.
La consolidación de estas tendencias representa una oportunidad para diversificar la base exportadora mexicana y elevar la complejidad industrial, replicando parcialmente experiencias exitosas de transformación productiva observadas en otras economías abiertas. Mantener el dinamismo de las exportaciones no automotrices de alto valor agregado será esencial para reducir la dependencia del sector automotriz, fortalecer la capacidad productiva interna y asegurar un crecimiento externo más equilibrado y resiliente.
En este contexto, resulta positivo el aumento en la participación de las exportaciones mexicanas en el mercado estadounidense, que se ha observado durante el presente año como consecuencia del conflicto comercial de Estados Unidos con el resto del mundo, y que podría consolidar el avance del sector no automotriz.
Finalmente, en lugar de elevar los aranceles a los autos eléctricos chinos, México podría considerar la instalación de plantas en su territorio, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos con las armadoras japonesas en la década de 1980. Esa decisión permitiría introducir métodos de producción más eficientes, estimular la competencia y la calidad, desarrollar una red de proveedores locales, elevar el empleo y, al mismo tiempo, reducir el déficit comercial con China, que constituye una preocupación creciente para la política económica nacional.
Rodolfo Navarrete
octubre 10, 2025