La semana pasada entraron en vigor los aranceles del 25 % a las importaciones de acero y aluminio provenientes de distintos países, una medida previamente anunciada por el gobierno estadounidense. Según funcionarios de la administración del presidente Donald Trump, esta decisión se tomó por motivos de seguridad nacional, con el objetivo de proteger la industria siderúrgica local, garantizar empleos y reforzar la estabilidad económica del país.
Es importante analizar los efectos de esta política tanto en la economía de Estados Unidos como en la de los países exportadores afectados.
Estados Unidos importa un cuarto del acero que consume y la mitad del aluminio. Dado que estos son insumos esenciales para la fabricación de una variedad muy amplia de productos, la imposición de aranceles encarecerá el precio de estos materiales en el mercado estadounidense, a la vez que provocará una reducción en las importaciones y un aumento en la producción nacional, lo que podría generar más empleos en el sector siderúrgico y del aluminio.
Sin embargo, las industrias que dependen del acero y el aluminio —como la construcción, la manufactura de aparatos electrónicos, el sector automotriz, aeroespacial, energético, petrolero y de defensa— enfrentarán un incremento en sus costos de producción. Esto podría traducirse en un aumento de los precios finales, una caída en la producción y una reducción del empleo en estas industrias, lo que compensaría, pudiendo incluso superar, las ganancias laborales en el sector del acero y el aluminio.
Los principales exportadores de acero a Estados Unidos son Canadá, Brasil y México, mientras que los principales proveedores de aluminio son Canadá, Emiratos Árabes Unidos y China. Si estos países no responden con una depreciación de sus monedas, es probable que en el corto plazo reduzcan su producción de acero y aluminio, a menos que decidan bajar los precios de sus exportaciones, tal como pretende el gobierno estadounidense. Esto podría provocar un aumento del desempleo en esos sectores. Sin embargo, en el mediano plazo, es probable que estos países busquen nuevos mercados y restablezcan sus niveles de producción.
Desde el punto de vista de la oferta global, China domina la producción mundial de estos metales. Produce el 54 % del acero a nivel global, seguida por India, Japón y Estados Unidos. Este último país que representa apenas el 4 % de la producción global. En cuanto al aluminio, China concentra el 58 % de la producción mundial, seguida por India, Rusia y Canadá.
Lo interesante es que los aranceles impuestos por Estados Unidos afectan mínimamente a China, ya que su acero representa solo el 2 % de las importaciones estadounidenses, y su aluminio, apenas el 4 %, lo que no alcanza a representar siquiera el 1% de su producción total.
Como puede desprenderse de lo anterior, la imposición de aranceles no solo hará menos eficientes a las empresas productoras de acero y aluminio en Estados Unidos, sino que también afectará a las industrias que dependen de estos insumos, como el sector automotriz, aeroespacial, petrolero, de electrodomésticos y hasta la industria de bebidas gaseosas y cerveceras. Mientras tanto, China seguirá beneficiándose de las economías de escala que ha desarrollado en la producción de estos materiales, lo que le permitirá continuar ofreciendo precios más bajos y mejorar la competitividad del resto de sus industrias.
Estados Unidos está aplicando con su industria del acero y el aluminio la misma estrategia que ha seguido con la industria de los autos eléctricos, la de los paneles solares y la de las baterías: en lugar de competir en el mercado global, está buscando proteger a sus empresas con aranceles y subsidios. Sin embargo, esta política, lejos de fortalecer su economía, genera ineficiencia y pérdida de competitividad en el mediano plazo.
Al final, los países comercian entre sí porque ninguno puede producir por sí solo todo lo que necesita de manera eficiente.
Rodolfo Navarrete
marzo 14, 2025