Esta semana se llevará a cabo la quinta reunión de política monetaria del Banco de México (Banxico). No se esperan cambios en la tasa de interés de referencia, a pesar de las últimas señales que indican que el banco central estadounidense podría acelerar la reducción de sus tasas si no quiere enfrentar una recesión.
El principal desafío es el comportamiento de la inflación general en México. Como se sabe, esta ha estado rebotando, alcanzando niveles de 5.61% en la primera mitad de julio, lejos del objetivo del 3.0%. Este aumento ha deteriorado las expectativas inflacionarias a corto plazo. Así, según los resultados de la encuesta de julio de Banxico, la inflación esperada para el cierre de este año pasó de 4.23% a 4.58%, en tanto que la estimada para 2025, subió de 3.76% a 3.83%, y para 2026, de 3.65% a 3.72%. A pesar de ello, la inflación general promedio esperada para los próximos uno a cuatro años se mantuvo sin cambios en 3.70%, y en 3.60% la esperada para los próximos cinco a ocho años, aunque ambas cifras están por encima del objetivo del 3.0%.
Este resultado obligará al banco central a realizar una de las revisiones más significativas de la trayectoria esperada de la inflación en los próximos meses, con el riesgo de agravar el deterioro de las expectativas inflacionarias. Es probable que eleve la inflación estimada para el tercer trimestre de este año en 60 puntos básicos y en alrededor de un punto porcentual para los siguientes trimestres.
En cuanto a la inflación subyacente, existe un consenso generalizado de que su descenso ha tocado fondo. Así lo reconocen algunas autoridades del banco, así como el promedio de los economistas encuestados en julio por Banxico, quienes creen que cerrará este año en 3.97%, después de ubicarse en 4.02% en la primera quincena de julio.
Esto sugiere que, si se espera una disminución inflacionaria en los próximos meses, esta deberá provenir de la inflación no subyacente (que incluye productos con precios volátiles, como frutas, verduras y energía), la cual ha aumentado significativamente en los últimos meses y probablemente también se encuentra cerca de su techo.
Un factor que también influirá en la toma de decisiones del Banco de México es el debilitamiento de la economía estadounidense, que, según algunos indicadores, habría entrado en recesión en julio. Esto afecta a nuestra economía principalmente a través de las exportaciones. Sin embargo, como ha señalado el subgobernador Jonathan Heath, la demanda interna y el mercado laboral en México aún se mantienen sólidos.
Contrariamente a la discusión que se ha dado recientemente sobre la debilidad de la economía mexicana tras conocerse que el PIB apenas creció 1.1% anual en el segundo trimestre (2.2% con base a cifras originales), esta debería haberse centrado en cómo nuestra economía sigue creciendo a pesar de la debilidad estadounidense y, en particular, la de su sector industrial y manufacturero. La explicación se encuentra en la fortaleza que aún observa nuestro mercado interno, mismo que podría reforzarse en los próximos meses
La depreciación del peso podría favorecer el avance de algunas de nuestras exportaciones, aunque es importante reconocer que, actualmente, el efecto predominante es la caída en la demanda de nuestros productos debido a la debilidad estadounidense. Esta depreciación también podría contrarrestar el fuerte crecimiento de las importaciones de bienes de consumo y de inversión.
Además, al cierre de la semana pasada, la depreciación representó un incremento de alrededor del 15% en el ingreso nominal en pesos de las personas que reciben remesas, lo que podría destinarse en su totalidad a incrementar el consumo, generando presión sobre los precios, especialmente en servicios, que es lo que más preocupa a Banxico. Finalmente, las cifras de las remesas de los trabajadores mexicanos en el exterior alcanzaron un récord histórico en junio de este año, sumando 6,213 millones de dólares, lo que sugiere una relación directa entre la depreciación del peso y el volumen de estas remesas.
Rodolfo Navarrete
agosto 02, 2024